Delos , el oráculo


Delos, el oráculo 

Un sol implacable abraza el peñón despojado y seco. En los alrededores del anfiteatro las casas son ampulosas y variadas. En la mayoría, las habitaciones están al fondo, al resguardo de calles laberínticas, ruidosas y sucias.
Cleopatra, que no es la reina de Egipto, vive con su marido y un gato en una mansión con vistas a la bahía donde llegan los veleros de Mykonos.







Dionisio puede predecir el amor, las pasiones secretas, los deseos incontrolables y los placeres mundanos animados por el elixir de los vinos.
Aquí ha nacido Apolo, la fuerza y la belleza tienen su apogeo y como siempre, me dan la espalda a mí, judío errante de paso en tierras griegas de ostentación y narcisismo.


Asciendo los mil escalones. Estoy en la cima de la isla. Mykonos, la isla hermana de un lado, al otro el valle despoblado y yermo, el Égeo. Piedras llevadas hasta arriba por Sísifo. Sin más sentido que esta decadencia, la actual.
Al descender, le he consultado al oráculo si seguiremos así, empeñados en desbarrancarnos de angustia, de abatimiento y de maldad. Le pregunté si esos seres que se mueven al unísono en Mykonos, en una cadencia de gozo y exhibición, copulando y bailando bajo la luna, son simples fantasmas o realmente pueden ser aprehendidos y mirados sin pudor.
Le pregunté al oráculo si los vuelos low cost que arrastran gente hasta aquí o hasta cualquier otro sitio seguirán royendo las pistas de aterrizaje hasta hacer que todo parezca igual de banal y vacío de sentido.
Le consulté sobre el arte, la música, el pensamiento, la literatura. Le hice una pregunta sobre las ruinas, otra sobre los cadáveres y los gatos paseándose entre las piedras.
¿ Serán los turistas sombis, en las noches de humo y ruido, los últimos exponentes de una especie en franca extinción?






















¿Volverá Sócrates frente al oráculo, podrá al fin el racionalismo hacernos entender esta tragedia en su honda desesperación?  que en el
El oráculo me ha devuelto a Mykonos en una barca precaria con una sonrisa macabra. He h esa escalera de Sísifo que parece la de Mathausen. He llegado con a los molinos de viento al atardecer, escupido y despreciado por los dioses .

“ Estás solo” me pareció entender. Y la náusea ha podido conmigo en la barca de regreso y frente a esos molinos que intentan capturar el viento égeo para hacer de él un sentido que no termina de aparecer en  la forma oblicua de esa isla que alguna vez fue como Mykonos,

Delos  se extiende como una enorme tumba que alberga piedras y todo el erotismo perdido por ese Dionisio que solo sobrevive en los mosaicos de su casa abandonada al viento del Egeo.

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