Regreso a Köln y las moradas de la Oma

Llego
a Köln de noche. Balbuceo el idioma, extraño y familiar, mientras el taxista
nos guía por esos accesos desconocidos y conocidos. Un alma plena de vida nos
recibe en un espacio mágico, pleno de objetos coloridos y cargados de
significación y energía. La amabilidad hospitalaria de nuestra anfitriona
Airbnb contrasta con el letargo de la ciudad dormida, aturdida en la soledad de
la noche templada de este verano tardío.
El
viejo Domo y el puente penden como siempre sobre el Rhein oscuro, iluminados en
su majestuoso desafío urbano. Köln, la ciudad destruida hasta los cimientos, la
ciudad que recorrí con mis piernas mucho más cortas que esta noche. Los
tranvías que tomé y dejé de utilizar durante tantos años, que ya parecen
siglos.
Ahora
que mi hogar son todos los hogares. Ahora que tengo mil orígenes y mil
destinos, y este péndulo me hace vibrar y recorrer un destino ganado a pulso y
a fuerza de años de contradicción.
Ahora
que he regresado, Oma. Ahora que he atravesado la delgada línea . Me he
adentrado en territorio enemigo, solo o
acompañado por una tropa de fantasmas. Almas atormentadas de preguntas,
vacilaciones, temores a lo incierto, a lo desconocido o demasiado conocido.
Ahora
que he llegado a tus dos casas Oma, Franzstrasse 20, Nordfriedhof Düsseldorf.
Ahora que he reconocido cada una de las tumbas que te rodean, tal como es tu
voluntad, ahora que he podido repasar la vida de cada uno de ellos, tus
compañeros de morada.
Comentarios