Parezco un vendedor de anuncios...
Parezco
un vendedor de anuncios. Parezco una rata intentando campear un temporal.
“
Este restaurante debe estar lleno de ratas, Comodi, yo acá no me quedo a comer”
“
Boludo, los conozco hace años, probá el vino, es de la casa, está bien de
precio. Nos quedamos es un lugar buenísimo para comer, pedite la milanesa
suprema, queda perfecta…”
“
Contame, como está tu vieja…”
“
La vieja bien, se le quebró la cadera, pero anda, vive en Navarra, hace poco
estuve con ella, a ver si se recupera”
“
Y tu hermana?”
Vos
la conocés a mi hermana?
Si,
la que iba al cole
Natalia,
bien, terminó abogacía y se casó. Ahora vive en Alicante.
Tenés
a toda la familia acá en España.
Mi
viejo vive allá, en el Tigre…tuvo una historia curiosa, quiero hacer una
película con eso.
La
señora obesa se acerca. Su rostro triste y apagado propaga nostalgia por el
restaurante vacío.
“
Yo quiero una empanada” le digo…y un vaso de vino…
Acá
en Barcelona no se puede estar… dice la señora “ no tenemos nada que ver con
esta gente. No comemos lo mismo, no soñamos lo mismo, no hablamos de lo mismo.
“Y
qué querés hacer Bartolda?” Le pregunta Comodi
Volverme.
Morirme allá en un pueblito de la Provincia de Buenos Aires, tomando mate con
gente amable y que hable de las cosas que me interesan a mí.
Nos
miramos con Comodi. Estamos más viejos, sí. El debe pensar lo mismo que yo. Y
más obesos, seguro. El lo lleva mejor
que yo, al menos tiene pelo y parece que tiene una novia nueva, joven. Es un
punk reciclado Comodi. Sus tatuajes y su mirada clavada en la nada lo delatan
como un nihilista o algo peor. Pero no importa, yo vine a venderle la historia
y necesito ir hasta el final. Comodi lo intuye y me pregunta, saliendo de la
conversación banal:
“Entonces
pelotudo, ¿que mierda querés que haga con tus historias?”.
“Soy
escritor Comodi, más respeto, no son historias, son relatos, son cuentos con un
principio, un desenlace y un final.”
“No
me sirven Zopetti, no me sirven. No escribís bien. Lo que hacés no me lleva a
ningún lado” me dice y sé que es el
final. Pero no me lo creo, insisto.
“Hay
una historia Comodi, la del tipo que va y que viene, ese devenir que nos toca a
todos, ese ir y venir de Argentina a Barcelona y de Buenos Aires a Madrid. El
me quedo me voy, entendés? Ese es el tema”.
“No
sirve Zopetti, olvidate, no voy a poner guita en eso, es lo que cuenta todo el
mundo”.·
“¿Y
las ganas? ¿La ilusión? La posibilidad de hacer algo?”·
“Me
importa un carajo Zopetti.”
La
señora aparece de nuevo, con las empanadas y la Suprema. Nos mira melancólica.
Comodi no come la milanesa y tiene la mirada clavada en la salida. De pronto se
va. Me deja comiendo solo. No me creyó, es muy simple. Tampoco me quiere ver
ahí llorando por un guión.
La mujer me trae otra empanada. “Tomá querido,
regalo de la casa” , me dice.
La
señora se va a la cocina y me termino el último dedo de vino. Miro la calle
donde Comodi se acaba de esfumar. Está vacía, esta es una zona triste de
Barcelona.
Me doy cuenta que mi bolso no está. El bolso
donde traía el guión para que lo leamos. El bolso con los cuatro mil de
adelanto para empezar el rodaje, el bolso donde se describía la escaleta
temática y el reparto de actores. Bartolda desapareció en la cocina y su marido
está frente a la caja. Le pago y salgo a la calle Mallorca.
“Mierda” digo en voz
alta y me parece que alguien se sorprende de que esté hablando solo. “ Comodi
de mierda” digo y trato de ver por donde se esfumó, el hijo de puta.
Comentarios