Las cinco reglas del marketing
Lo poco que sé
de marketing lo aprendí en más de 25 años asesorando pequeñas empresas y
llevando mi propio proyecto de negocios. No es una ciencia complicada, solo hay
que conocer su secreto más profundo para que funcione. El vulgar “ mercadeo” (
el término suena muy vulgar en castellano) se refiere a la capacidad que tienen
los productos y servicios para atraer a los consumidores a través de lo que el
psicoanálisis denomina “ deseo”. Resulta
que el “deseo” está arraigado en carencias emocionales y afectivas
estructurales a cualquier neurosis. Y todos somos neuróticos, en mayor o menor
medida. El “ deseo” está entroncado en el desarrollo de la especie. Así que es
facilísimo activarlo apelando al inconsciente y a mecanismos motivacionales
simples, que canalizan impulsos que satisfacen momentáneamente un impulso infinito
y producen un cierto alivio. Así funciona el capitalismo. Si no apeláramos a
esta ley psicoanalítica básica nos encontraríamos con un comunismo gregario en
el cual lo importante no sería la satisfacción del deseo en estado puro, sino
la realización de los anhelos de grupo en un esquema solidario. Parece que eso
no funciona, porque el deseo es demasiado fuerte como para calmar una sed
infinita de productos y servicios, una cierta dosis de ambición de poder y
alguna sensación de superioridad moral o intelectual por sobre otras personas o
grupos. Pero esa es otra discusión. Lo interesante del marketing, es que tiene
aplicaciones cada vez más innovadoras e insospechadas. Ahora los que tienen la
clave son los robots. Es posible predecir hasta la intención con la que se
apretará una tecla, con lo cual es facilísimo poner delante del “ homo deseus”
un producto apetecible y más facil aún llevárselo a su domicilio en menos de 24
horas.
En la era de la
superproducción con mano de obra esclava asiática para consumidores occidentales
cada vez más ávidos de satisfacción inmediata, aún hay quien practica el
marketing de vieja escuela. No aprendí estas cinco lecciones básicas en
internet ni en un seminario de estos que se venden a 300 € la entrada para escuchar a alguien que tiene
la justa,. La recibí a través de la estrategia de una actividad que el
capitalismo produce en super abundancia: la mendicidad.
En el
capitalismo existen mendigos de todo tipo y color. Son los excluidos. Los que
no pudieron erigirse ni en sujetos ni objetos de deseo para nadie, ni para sus
familiares ni amigos. Sus estrategias de
supervivencia son variadas, si es que las tienen. Hay quienes se pasean
con un carrito de supermercado por ahí, sin más. Otros se acercan con un
discurso basado en las miserias y hecatombes de la guerra de los Balcanes o de
Siria. Algún otro simplemente mendiga por un café con leche. Hay quien recurre
a una pierna cortada o incluso quien posa con sus tres hijos en brazo en un
espectáculo desconsolador que desnuda lo peor del sistema. En tiempos de
políticos enfrascados en el narcisismo y poblaciones inclinadas a la xenofobia
y la solución fácil, cada vez hay más mendigos. Tal vez esa es la única
realidad del capitalismo, además del deterioro climático y el desastre
ambiental.
En este caso,
un “ mendigo en el andén” se encarnó en la estación de Sants. Se trataba de un hombre un tanto entrado en carnes,
sólido y bien plantado, esgrimiendo un bastón que señalaba fehacientemente
cualquier recorrido de la maraña de metros de Barcelona que uno se pudiera
imaginar.
Este hombre, de
54 años, ex empleado de Renfe…desocupado crónico reducido a la mendicidad, me
dio cinco lecciones que no olvidaré en mi devenir cotidiano de venta, sabiendo
que el producto a vender siempre es el mismo: yo, como elemento de consumo,
objeto de uso y empleo, deseo encarnado y convertido en realización momentánea
de los impulsos de amigos y extraños.
Lección número uno: Estar en el lugar adecuado en el
momento justo.
La elección del
sitio para mendigar no puede ser más perfecta. Un lugar un tanto oculto , al
lado del enorme plano de los metros. Luego el instante de la aparición es el
momento en el que el lector del mapa demuestra con un gesto no entender ni
donde está, ni a donde va.
Lección
número dos Detectar la necesidad y satisfacerla de manera inmediata.
Tenía prisa, y
este señor resolvió mi problema de una manera eficiente. Solo me hizo una
pregunta:
-
A
dónde va?
-
Marseme
Forum, plaza Willi Brandt- respondíSeñaló el punto de origen y luego el de
destino .
-
-Línea
3 hasta Gracia, luego la 4 hasta Marsme Forum.
-
Gracias
Lección Número tres: Agregar
valor al producto
No terminó ahí
nuestra conversación. El señor se acercó y giró con lo cual pude observar un
poco mejor su atuendo. Parecía ser un empleado de Renfe, pero no lo era. Esa
situación me descolocó un poco y aprovechó ese instante para explicarme
exactamente la situación, con lo cual ganó muchísimo en seguridad y confianza
de mi parte.
-
Soy
ex empleado de Renfe. Con los recortes han llegado a la conclusión de que la
ventanilla de información no es una necesidad de los usuarios…- El comentario
despertó mi interés. Con lo cual el hombre ya evitó la típica reacción de “
tomo la información y huyo” cuando un extraño nos brinda un dato indispensable
pero necesitamos lo que tiene para ofrecernos. Y aprovechó la caída de mis
defensas para dejar caer una frase más, absolutamente efectiva desde el punto
de vista de la empatía. – Sabe que si baja a la línea 3 por aquí se encontrará
con un laberinto de pasillos y escaleras, difícil de transitar? En cambio si va
por afuera hay un ascensor que lo lleva directamente al andén…
Lección número cuatro: Cuenta una
historia
El hombre había
logrado no solo bajar mis defensas, sino interesarme por su historia, que aún
no sabía cual era. Tampoco era aún consciente del producto que me quería
vender. Pero una mezcla de curiosidad y confort por el hecho de contar con
alguien tan experto, me impulsó a no oponer más resistencia y seguir escuchando
antes de tomar la decisión de por donde seguir. Una decisión simple, tomada en
un par de segundos, le dio la
oportunidad de ganar lo más preciado que puede tener un producto a la venta:
tiempo del consumidor.
Así que remató
el discurso con una frase que reforzó toda esa sensación inconsciente.
-
Lo
acompaño .
Yo
aún no había abierto la boca y ya había comprado dos de sus productos: la
información inmediata y el asesoramiento especializado.
Pero
el hombre de Renfe tenía algo aún más importante y vital para su magra economía
que ofrecerme: su propia historia.
-
Soy
ex empleado de Renfe. Tengo 54 años. NO le encuentro sentido a mi vida. Estoy
aquí por sentirme útil.
-
No
ha pensado en leer, o en escribir- por primera vez abrí la boca para emitir un
comentario personal. Me estaba desnudando. El hombre me había llegado al
corazón y la respuesta era la que a él le interesaba. Mi propia vulnerabilidad
emocional y una muestra de mis propias debilidades e interpretaciones
retorcidas o no, de su situación.
-
Leer
no puedo, tengo la vista arruinda. Y si me pusiera a escribir no me alcanzarían
las páginas con todas las memorias que tengo.
-
Inténtelo-
insistí, como si fuera un psicólogo, un cura o un gurú explicándole la vida a
un paciente o un feligrés que viene a mí por consejo.
Lección número cinco: Convierte tu
esfuerzo en dinero
Ahora
estábamos en la explanada de salida, a 100 metros de la boca del metro. Era un
día soleado en Barcelona. Mis defensas habían sido derribadas no una, sino
varias veces, al punto que este personaje ya podía convertirse en una especie
de conocido, o al menos en la inspiración para un relato. Esa sensación fue
reforzada con el remate de la conversación, precedido por mi primer atisbo de
resistencia, sofocado inmediatamente y convertido en dinero por mi
interlocutor.
-
Si
quiere lo acompaño hasta la boca del metro, es allí.
-
No
gracias, ya lo tengo claro.
-
Usted
sabe que tengo que vivir yo también no, con esto de estar sin trabajo es muy
duro.
El
diálogo se convirtió en acción. Aunque significó un mínimo esfuerzo y no dudé
en abrir mi monedero y pagarle lo que consideré justo por su servicio: quince
céntimos.
Mientras
me alejaba en dirección a la boca de metro externa de la línea tres tuvo un
último pensamiento referido a la situación:
“
Soy un miserable, le tendría que haber dado más”.
El
éxito desde el punto de vista del marketing, había sido rotundo. El servicio
privatizado de información de Renfe es una usina de producir no solo respuestas
inmediata, valor agregado y monetización, sino la sensación de que estamos
pagando poco por algo que nos resulta vital.
La
satisfacción de ese “ deseo “ eterno, vaya a saber en que recóndito lugar de
nuestro inconsciente anida la necesidad de que nos cuide alguien cuando
llegamos indefensos a un lugar desconocido, fue resuelta con maestría por el “
mendigo en el andén” .
Para
alguien tan cercano en edad a este maestro del marketing clásico dos
pensamientos más reforzaron el impulso de compra:
“
Este hombre podría ser yo” y “ Que suerte que no solo los robots controlan
nuestros impulsos de compra, aún hay gente que lo hace con maestría artesanal”.
Comentarios