Aquí viene, la inundación
Viene, desde
atrás de la montaña…La espuma blanca y espesa. No sabemos si nos llevará esta
vez. Asoma desde la altura y baja en nuestra dirección, ya se puede ver.
Estos pueden
ser los últimos instantes Tal vez en un rato aún estemos vivos, si sobrevivimos
a la marea blanca.
“Permanezcan
con sus familias los últimos instantes” indican los altavoces que el gobierno
ha instalado en las calles. Llego nadado por esa espuma a casa. Parece inofensiva
pero podría ser mortal.
Miro por la
ventana antes de entrar: Mi mujer hace una torta de dulce de leche con mi hija
y me esperan para otra partida de scrabel.
“Here comes the
flood” suena en los altavoces, la oscura voz de Peter Gabriel anuncia el
desastre. “Permanezcan en sus hogares, disfruten de sus familias, queda poco
tiempo” dice la voz grabada por el gobierno.
No hay nada que
hacer. Ahí viene, la inundación que quizás se lo llevará todo: Este suburbio
tan confortable con sus coches de miles de galones y sus estrellas del rock y
las finanzas. La mansión del vecino que tanto envidiamos. Los colores tibios de
la tarde y la madrugada en la que suenan las alarmas para que los niños salgan
con sus mochilas. Se lo llevará todo tal vez: Estas almas perdidas, las muñecas
de goma del degenerado de la esquina, el televisor de plasma recién estrenado,
los altoparlantes bluetooth sonando a regaetón, la música de los novios que van
a la iglesia, la sonrisa falsa de Megan Markle y del Príncipe Enrique. La vida
de la humanidad parece un cuento de hadas ahora que viene la inundación, no hay
nada que hacer.
Ni siquiera
sabemos si es verdad que esta es la última inundación, la definitiva. La espuma
blanca se ve de lejos. Me he sumergido en ella, es verdad, ya está aquí. Pero aún hay esperanza. Quizás el
gobierno está mintiendo. Quizás no es bueno hacerles caso en todo. Eso de ir a
comer las tortitas con miel en casa mientras se acaba el mundo tal vez no sea
la solución.
Estoy sentado
en el portal de casa, indeciso. Podría entrar y olvidarme de todo mientras
llega la espuma para quedarse y matarnos. Podría huir raudamente dejando a los
que amo solos en su inocencia. Podría sacarlos a todos a gritos antes que sea
demasiado tarde. Podría robar el descapotable con dirección hidráulica del
vecino de la 7 y salir esquivando el bloqueo por la ruta 8 hasta la salida Sur.
Tal vez la
espuma mala, la mortífera, se detenga en la línea que separa esta calle de la
9. Quizás todo este distrito se salve.
“Ingresen a sus
hogares, disfruten de la familia mientras puedan, queda poco tiempo” reza el
altavoz instalado al final de la calle. Un policía con cara de nazi acaba de
entrar en casa para una inspección. Me quedo ahí en esa escalera blanca, mi mujer
termina de cocinar la torta.
“Here comes the
flood” resuena en mi cabeza y sé que no hay forma de saber si es el final, si
se cierne un apocalipsis o es solo una falsa alarma.
No sé si esta
sensación de desamparo y vulnerabilidad es algo inherente a la condición humana
y me tengo que resignar a eso. O si es mejor huir de este sitio sin perder más tiempo.
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