El viaje
Foto: Silvi Glattauer
El tren de las
12.02 está en la estación.
Me acomodo en el asiento, coloco mis escasas pertenencias sobre el estante: Tolstoi, Ana Karenina, Dostoievski, Crimen y Castigo, Chejov, Steinbeck, Faulkner, García Márquez, Cortázar y Borges, El Aleph y la Maga con los suicidas de Bolaño, Onetti en el Astillero, Álvaro Mutis en la prisión. Todos ahí, esperando el pitido de salida. Es el último viaje. Si no llego a destino, no sobreviviré.
Me acomodo en el asiento, coloco mis escasas pertenencias sobre el estante: Tolstoi, Ana Karenina, Dostoievski, Crimen y Castigo, Chejov, Steinbeck, Faulkner, García Márquez, Cortázar y Borges, El Aleph y la Maga con los suicidas de Bolaño, Onetti en el Astillero, Álvaro Mutis en la prisión. Todos ahí, esperando el pitido de salida. Es el último viaje. Si no llego a destino, no sobreviviré.
No se trata de llegar a Itaka, de aparecer en la isla a mediodía, ni de las Mil y una Noches, ni del Expreso de Oriente.
No se trata del
huracán que se avecina a velocidad mortal, ni de la derrota de los ciclistas románticos
en manos de los yihadistas. No es una guerra, donde el enemigo es un espejo de
la propia incapacidad para crear identidad de una masa que se refleja en otra masa.
Salida
inmediata.
Se enciende la energía
y el monstruo logra atravesar las estepas rusas nevadas, hasta llegar a las
puertas de Moscú, donde el mítico ejército napoleónico sigue varado y sin
esperanza.
El tren abandona la estación a las 12.03. Cruza el puente frente al Domo, se dirige al Norte. Desde la última isla griega del poniente, desde el volcán de Santorini he mirado más allá del Egeo y me he encontrado, solo.
El tren abandona la estación a las 12.03. Cruza el puente frente al Domo, se dirige al Norte. Desde la última isla griega del poniente, desde el volcán de Santorini he mirado más allá del Egeo y me he encontrado, solo.
Las estrellas se
reflejan en los asientos por la ventanilla. Es el primer día de un largo invierno.
También el frío, la dulce regularidad y el equilibrio que se habían logrado en
cuatro mil millones de años se desvanece.
Detroit está destruida por la última crisis. Tijuana
y Guadalajara, están inundadas de muerte. San Francisco, el gran puerto, se enfrenta a la
China de los mil millones de hormigas. Tahití, Papeete, Stevenson, los siete
mares, Egipto. La primera infancia, el primer beso, el miedo a lo desconocido y
la soledad del ausente: Todo desaparece.
Podría haber
recorrido los exoplanetas, podría haber llegado al último vestigio de
civilización, podría haber recorrido miles de pequeños pueblos con soluciones
diversas para un problema igual: La destrucción de la vida. Podría haber ahondado en los miserios de la materia negra, a nivel físico, a nivel biológico. Ahora que lo he sentido todo, he intentado reconocer lo que realmente pasa. No olo he lo conseguido.
12.04, el tren se detiene. Gracias a este breve viaje interior he tomado una decisión. No puedo enfrentarme a ellos. Hay una asociación de conspiradores destinada a esclavizarme y a hacerme marmota. Lo que todos quieren es que me deprima, que claudique, que me venzan el dolor y
la venganza y el miedo.No es mi problema. Simplemente dejaré de hacerles caso y me prometo que no voy a consumir más basura.
Recojo mis
pertenencias del estante y empiezo otra vez. Homero, Cicerón, Séneca, Emilie
Bronthe, Virginia Wolf, Susan Sontag, Laurie Anderson, Lorena Mc Keneth, el
flaco Spinetta y La Máquina de Hacer Pájaros. Creo que no me olvido nada.
12.05, Acabo de
hacer el viaje circular, he dado la vuelta a los mundos que se me han cruzado, en
tres minutos, sin moverme.
12.06, Cada instante
cuenta. Así que releo el texto y vuelvo a empezar la odisea.
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