Diálogo


No voy a hablar de los gritos, de las amenazas vedadas de los suenios cumplidos e incumplidos. De las tareas pendientes. De las construcciones colectivas. No voy a hablar de la indolencia, ni de la soberbia, ni del olvido, ni del perdón.
No voy a hablar de la violencia como cálculo metódico y sistemático. No voy a hablar del espíritu de clan, de grupo, de una noción muy básica y primitiva de pertenencia a una tribu.
No voy a hablar del victimismo de todos, los que reciben ,los que dan, los que quitan, los que pierden, los que ganan. No me interesa saber quien tiene razón, no me interesa enterarme de las miserias de cada bando, de sus cuentas de muertos y heridos, de sus disputas eternas.
No voy a tomar partido. No. Porque no hay partido. No hay nada más que un campo desierto, una angustia existencial  básica. Un ellos y un nosotros que se diluye a medida que avanza la negación del otro.
No me interesan las disputas, no me interesa saber si habrá un próximo diluvio culpa de alguien que no conozco. Tampoco me motiva el devenir de la historia. La épica de los que hacen que todo cambie o todo permanezca igual.
Me dirán que soy un nihilista. Que no tengo posición clara. Que no sé lo que quiero. Que no logro identificar buenos de malos. Me dirán que tengo miedo de ser manipulado, que por eso no me la juego.
No me importa lo que digan. No me importa, tampoco, en el fondo, lo que hagan.
Están, todos, aquí, para silenciar mi voz. Están para hablar más fuerte que yo. Están para tener razón. Pero no hay razón posible en la batalla. No hay ganadores o perdedores en la guerra.
 Lo que hay son emociones, pensamientos, ideas para compartir, para crear, para crecer.

Más allá de cualquier frontera estamos nosotros. No ellos, no yo. Nosotros. Ellos y nosotros. No importa cuánto digamos que no los queremos. No importa cuánto nos dediquemos a estudiar sus movimientos para neutralizarlos, anularlos, matarlos si es posible. Están. Son.
No voy a hablar. Haré silencio. En el fondo no hay otra cosa que silencio. Más allá de las grandes causas. Solo a partir de eso empieza el recorrido de la esperanza, el único posible, el diálogo.
 Diálogo, responsabilidad,  respeto. Convivencia. El magnífico puente de la solidaridad humana, de eso se trata.  


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