Urbanización
La
casa es apresada por las fotografías, como si un alma oculta se guardara en las
imágenes que invaden la intimidad de manera abrupta. Malke, la agente
inmobiliaria aparta los retratos de la familia.
-No
va a ser un buen reportaje- me dice Erna, desanimada.
La
acompanio a fotografiar la habitación de los ninios. Las piezas de lego están
dispuestas de manera geométrica. Un enorme castillo rodeado de autopistas desemboca
en la cama semi tendida. Salimos a la galería. Las tumbonas apenas están reclinadas.
Las hojas secas, en el otonio tardío, entran en la plataforma de madera hasta
hundirla en la decadencia. Los colores de los muebles exteriores están
deteriorados por el paso de un viento frío y húmedo. Los tonos de las paredes
son tenues y ostentan alguna grieta por la falta de mantenimiento.
Recorro
la casa midiendo la luz y sus consecuencias. Me doy cuenta que estoy haciendo
la inspección solo. La agente inmobiliaria ha dejado que descubra por mi cuenta
los espacios fotografiables y desaparece en silencio.
Reencuentro a Malke en el rellano de la
escalera. Tiene una expresión extrania, sus ojos se pierden.
-Los
postigones de arriba son difíciles de abrir- ella parece no oírme- ¿me ayudas?-
le insisto.
La mano de la agente inmobiliaria apenas me
roza cuando tira la perilla para atrás. Es una piel gastada por mil batallas. Tiene una mancha
azul en el antebrazo, parece algo reciente. La fotógrafa hace su trabajo con la
tranquilidad de que la editorial al final se pondrá al día con sus honorarios.
Es la cuarta casa que relevamos esta semana con la misma inmobiliaria. Malke ha
sido locuaz y amable cada vez que ingresábamos a una de estas viviendas al lado
del golf. En la urbanización todos parecen conocerla. La agente se involucra en la vida de las
personas que compran o venden viviendas y va develando algunos de sus secretos
a medida que recorremos las casas en venta .Pero esta vez Malke no nos habla. Sostiene
los cuadros con fotos entre las manos en silencio y me ayuda con los postigones.
Corre al banio y se queda encerrada.
Erna
me llama y bajo a la cocina. La luz suave que entra por la ventana que da al
patio interior delata que ha quedado un cuchillo descolocado sobre la mesada.
Erna también me seniala el horno abierto con una cacerola sin lavar y lo saco
del cuadro. Antes de subir a acomodar la suite veo los ladrillos de lego
esparcidos por el living junto a la chimenea.
Erna termina con la cocina y sale a hacer la
fachada. Subo y cuando paso junto a los postigones veo los portarretratos en el
suelo. Es ella con los ninios, frente al golf y la piscina, es Malke. El hilo rojo
atraviesa la puerta del banio y baja por
la escalera. Erna grita. Acaba de entrar
y la cámara se le ha caído en medio de
la sangre.
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