El Acantilado


Como cuando el agua pega en la piedra del acantilado, algo parece estallar en mil pedazos. Las posturas se radicalizan, se asientan  discursos de odio, se alimentan esperanzas en soluciones mágicas.

Javier Milei representa la ira, la furia puesta al servicio de una transformación interior que en realidad no es más que un ajuste conservador. Al igual que un revitalizado Trump, al igual que Bolsonaro, al igual que tantos otros voceros de soluciones mágicas y contundentes para problemas irresolubles. Al igual que en el salvajismo de Hamás o en  la locura machista de Putin, la violencia se instala.

Más allá del desamparo, del sufrimiento, del silencio. Más allá del ascenso de la ultra derecha en Holanda, del advenimiento de Milei, el hombre que habla con los perros hay un país zanjado por la grieta. Argentina es un lugar excedido de empleo y el clientelismo público, en inflación y en emisión descontrolada, en políticas de Estado que terminan en la cuneta. Más allá de la imposibilidad de generar un cambio generacional y de movilidad social, está la sensación de un desamparo generalizado.

El agua pega en las piedras y la violencia estalla. Palestinos e israelíes podrían ser un mercado común de personas trabajando para desarrollar un territorio donde criar a los hijos en un espacio compartido. Argentina podría ser un polo de investigación y desarrollo con la mejor Universidad Tecnológica del mundo. Podría haber una moneda común latinoamericana y el continente podría exportar, así como se luce en el fútbol, un talento con un nivel científico creativo y productivo En Argentina sobra el conocimiento para desarrollar productos industriales, productos de investigación, materias primas elaboradas y transformadas:  productos para la nueva economía sostenible. 

Vuelven los profetas del liberalismo. Vienen a salvarnos los nuevos salvadores de la patria con recetas mágicas. Desde la destrucción del aparato productivo y público un país devastado se convierte en exportador insumos básicos como el litio, el petróleo, la soja, la madera. Desde un discurso del sálvese quien pueda, del hágalo usted mismo se instala la libertad del zorro en el gallinero.

¿Queda más para explorar en esta lata ruinosa en la que el ruido se instala como vertiente de los peores discursos, de las peores amenaza?¿ Hay lugar para algo más grave o más humano cuando la ira, la rabia y la violencia dominan los ojos y los pechos como si fuesen veneno?

Energúmenos narcisistas ostentan un poder que parece incombustible. Se los unge  para resolver problemas demasiado complejos para ser entendidos o abordados por la mente. 

No puedo dejar de contemplar el mar embravecido, las olas pegando contra las piedras en el pequeño pueblo junto a los acantilados. No puedo dejar de sentir que es solo un momento, como tantos otros, de transición a algo peor o a algo mejor

.El mar pega contra el acantilado, más allá de la compleja e irresoluble realidad humana.

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