Nos han vencido
Todos
los salvadores de todas las patrias han triunfado. Los discursos
grandilocuentes de los héroes se han alzado con los votos, con las voluntades. Esta
es la hora de las soluciones rápidas. Los poderosos han llegado a la gloria
gracias a las respuestas inmediatas, a las fotos que los muestran felices en
las redes, a los postureos instantáneos.
Es
la hora de los que gritan fuerte y lucen espléndidos. Es la hora de los que
creen y hacen lo que creen, con una coherencia sin fisuras. Es el tiempo de los
que dicen que se sacrifican y que la salvación está al otro lado de un recorrido
del que están seguros. Es el triunfo de las banderas y las consignas claras. Es
la hora de los populares, de los que han sabido resumir en sus twits o en sus
perfiles las consignas que todos esperaban. Independencia, recuperemos el
control, seamos nosotros mismos, fuera los extranjeros que nos roban los
servicios, fuera los diferentes y los que no piensan como nosotros.
No
es hora de malabarismos ni de dudas. Tenemos la verdad, tenemos la solución. La emoción está de nuestro lado, somos más,
somos todos, no existen los matices ni las diferencias.
Ellos,
los que salvarán el mundo con sus consignas infalibles, nos han vencido a nosotros,
los que dudamos, los que encontramos una objeción en beneficio de la crítica. Nos
han hecho callar a nosotros, que tenemos miedo y lo admitimos. Los que nos desplazamos de la cama al líving y
miramos todas las vertientes en la pantalla, sin prejuicios.
Nosotros,
que abogamos por una solución racional a problemas emocionales, que escuchamos
sin juzgar, que nos movemos sin certezas ni rumbo, estamos fuera de juego.
Nosotros,
que damos siempre más de lo que tenemos disponible, porque creemos que dar no
es una cuestión de tener, sino de ser.
Los
que no creemos en los atajos ni en las venganzas ni en las grandes gestas
históricas. Los que tenemos por costumbre esperar mucho. Los que nos jugamos por
la esperanza como si fuera una recompensa
cotidiana, los que nos preocupamos por otros diferentes a nosotros. Nosotros, que
preguntamos que hora es porque entendemos que esta es la hora del desasosiego.
Nosotros hemos sido derrotados.
Nosotros
sucumbimos en el olvido y en el silencio.
Se
ha demostrado la absoluta pulcritud de las soluciones fáciles. Nos han dejado
en las alcantarillas de la historia a los que pensamos que nada es fácil. Nos
han silenciado a los que no nos dejamos llevar por emociones ni recurrimos a la salvación de los héroes, ni
creemos en las consignas, en las banderas y en las generalizaciones.
Quizás,
solo quizás, habrá que esperar a que los
gritos y las consignas, se callen por su
propio peso. Que bajen las banderas de sus estandartes y se abran de una vez
las fronteras interiores. Entonces tal vez, solo tal vez, al fín, como un aliento fresco, podamos
reunirnos en la frustración, el fracaso,
la responsabilidad y la esperanza de la digna condición humana.
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