Diez propuestas contra la extinción






La Antártida se derrite, el fondo del mar es irrecuperable, la temperatura sube. Los animales se extinguen, las plantas mueren. La desigualdad crece. Nos extinguimos.  
La evolución, el crecimiento interminable y una adaptación que ha terminado con la mayoría de las especies que controla el Homo Sapiens, culminan aquí y ahora. Solo quedan diez años hasta el 2030, año que ha sido señalado científicamente como el momento en que los daños al ecosistema serán irreversibles y tendremos que abandonar el planeta para sobrevivir.

Como en Un Mundo Feliz de Adlous Huxley , tenemos la ilusión de residir en un Edén en el que estiramos la mano y lo tenemos todo resuelto.  En infinitos mercados, los ciudadanos gama podemos abastecernos de lo que sea con solo pedirlo, a un precio ridículo. Los homo sapiens somos omnipresentes, omnipotentes e imprescindibles No nos damos cuenta que la principal mercancía somos nosotros mismos, los ciudadanos sometidos, con nuestra capacidad para auto explotarnos, vendernos e intercambiarnos.

Le rendimos pleitesía al Dios dinero y a su poder infinito para extorsionar, manipular y someter.  El gran magma del edén es un oro negro e irreemplazable. Dependemos adictivamente del petróleo para movernos, envasar y trasladar lo que necesitamos, para construir viviendas, calefaccionar y enfriarnos. Dependemos de semillas transgénicas que manipulan genéticamente lo que ingerimos y que enferman nuestros organismos. Dependemos de minerales del corazón de África para comunicarnos a través de microchips.
En el Edén los esclavos categoría gama queremos ser ciudadanos alfa: queremos ser  los amos que controlan el dinero, los alimentos, la minería  y el petróleo: Queremos ser los controladores de la propiedad intelectual y del dinero, que solo es un medio para valorar los intercambios. Pero en el planeta no hay lugar ni para tantos amos ni para tantos esclavos. Ascender a la categoría de dioses es imposible. Y asumir una desigualdad endémica, es un suicidio.  
Diez ideas simples quizás alcanzan para empezar un cambio que no puede llevar más de diez años, el tiempo que nos queda para que el deterioro del planeta generado por esta dinámica post capitalista, sea irreversible:  

Uno. Creación de huertos comunitarios urbanos: En cada pueblo, en cada ciudad, en cada espacio agrario cultivable, un huerto comunitario. Cambiar los centros de almacenamiento y distribución de alimentos, dependientes del petróleo y de las semillas transgénicas,  por huertos urbanos, por sistemas de producción, permacultura y alimentación naturales y de proximidad.

Dos. Reconversión del trabajo: Jornadas laborales cortas en función de necesidades locales para generar oportunidades a todos los miembros de una comunidad. Gestión local del trabajo a través de bolsas y fomento de emprendimientos útiles en función de la oferta y demanda local.. Recuperar  fuentes de trabajo y de riqueza a través del tejido de emprendimientos y organizaciones locales.

Tres. Cultivo de la creatividad y la capacidad crítica:  Leer, escribir, dibujar, pintar, escuchar y producir música para potenciar y compartir nuestro elemento en el tiempo libre. Combatir el consumo y la adicción como medios de llenar vacío existencial. Combatir el control de datos y preferencias para la manipulación comercial y política. Asumir la igualdad en todos los ámbitos.  

Cuatro: Recuperar la política local, gestionar la integración global:  Votar por internet las infraestructuras que nos sirven, descartar las obras faraónicas y superfluas generadas en función e intereses oligárquicos. Eliminar sistemas de representación desvinculados de la gestión local y generar un sistema asambleario mundial para combatir el cambio climático y la extinción de la especie.

Cinco. Reorganización territorial: Organizar comunalmente el territorio en función de nuestras necesidades básicas de alimentación y consumo.  Generar fluidez entre regiones que pueden intercambiar y enriquecerse a través de la diversidad cultural y material del planeta. Obviar las divisiones nacionalistas e identitarias, perimidas y arraigadas en el miedo.  

Seis. Cambiar la forma de vida:. Recuperar trenes locales, redes de colaboración, formas de educación comunitaria, bibliotecas y espacios de reunión y crecimiento para los jóvenes. Cultivar nuestros propios alimentos, actuar y pensar comunitariamente. Priorizar el desarrollo espiritual.

Siete. Reemplazar el dinero por monedas locales:  Cambiar los bancos por sistemas de gestión local, Usar una moneda única a nivel mundial, una moneda virtual para los intercambios entre regiones. Regular estos intercambios con un sistema de comercio justo que respete la producción local.  

Ocho: Cambiar el sistema de representación:  Elegir representantes que gestionen recursos por un tiempo por sorteo, a nivel local y a nivel mundial a través de asambleas reales y virtuales.

Nueve: Generar una sociedad del conocimiento pluricultural: Usar el conocimiento, la tecnología acuñada por generaciones, no para enriquecer a unos pocos, sino para crear un nuevo modelo de sociedad, democrática, abierta, pluricultural que incorpore la diferencia como riqueza y el conocimiento como motor.

Diez: Forjar una nueva identidad.  basada en el conocimiento, en la trans culturalidad y en la aceptación de la diferencia y de las visiones diversas desde el punto de vista religioso, antropológico, lingüístico y cultural como lugar para el crecimiento individual y colectivo y para la salvación del planeta.  Incorporar a la mujer y las diversas manifestaciones de género en esa dinámica.

La creatividad humana es cultora de soluciones prácticas y filosóficas. Es el momento de cambiar. Nadie tiene una solución única, pero si no actuamos en una dirección comunitaria, el riesgo es mortal. 

La extinción está cerca.

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