Plusvalía, superhombre y deseo






Marx, Nietzsche y Freud, tres maestros y pensadores del siglo XIX, renacen de las cenizas 

En un mundo sin fronteras y sin más ley que la que preconizaba Hobbes, la de la preminencia del más fuerte, los lineamientos de los grandes pensadores del siglo XIX necesitan ser reinterpretados sin caer en los abusivos totalitarismos que llevaron a las peores tragedias de la humanidad en el siglo XX.

En el siglo XXI La teoría de la plusvalía de Marx puede aplicarse a escala global. Inditex o H&a;M  toman países como Bangladesh y organizan compañías fantasmas. Explotan a los trabajadores, que quedan a merced de salarios de menos de 100 dólares por mes y jornadas de 16 horas y sin ningún derecho laboral ni opción de vida. La plusvalía se consume en occidente bajo el nombre de moda efímera, prendas a cuatro euros a la vuelta de le esquina, se llama vida de estos trabajadores. Las granjas y la producción de alimentos en India son otros ejemplos fragrantes de la explotación bestial tanto de los recursos como de las personas, en las que el único ánimo es el lucro.

La idea de la muerte de Dios de Nietzsche, la búsqueda de una nueva referencia en la que el ser humano se erija en artífice de su propio destino, está más presente que nunca en un mundo sin brújula moral. La potencia del hombre, como superhombre, autónomo y maestro de sus emociones y su potencial racional creativo y de cambio, es un instrumento teórico en un tiempo de opresión psicológica, adicción a un consumo fácil, crisis de identidades e impotencia generalizada frente a un cambio abrumador de las estrategias de supervivencia y comunicación de la especie.

El concepto del deseo de Freud, la idea de una superestructura que deja al yo atrapado entre lo que impulsa una naturaleza brutal y una sociedad represora son claves para entender  la sociedad del escaparate y de la satisfacción inmediata. Las adolescentes, atrapadas en una red de consumo implacable, cambiansus prendas cada día,. Los niños sucumben con la adicción a las pantallas. Una incomunicación generalizada deriva en seres incapaces de desarrollar relaciones productivas y creativas con su entorno. Frente a más de 200 masacres con armas de fuego en EEUU y una tendencia general a la descomposición social, adolescentes atrapados entre mafias de narcotraficantes e impulsos consumistas, la vigencia del deseo como impulso motor lleva a replantear la manera en que asumimos y nos relacionamos con el mundo desde nuestra verdad más íntima: el compromiso entre deseo y represión sublimado.

En manos de irracionales manipuladores, las decisiones finales sobre el destino de la humanidad reposan en la irresponsabilidad y falta de sentido del respeto y del amor o solidaridad. Frente a aberraciones como la presidencia de Trump, la guerra de Siria o la explotación de empresas como Inditex, frente al abuso de los recursos humanos y naturales a través de un capitalismo salvaje y destructivo, estas teorías, reinterpretadas, pueden brindar herramientas para la resignificación de la explotación, la capacidad creativa del hombre y la tensión entre su deseo, su represión y su pulsión de muerte.


Nuevos conceptos y nuevos pensadores pueden iluminar un camino plagado de incertidumbre, dolor e injusticia. Ideas como La modernidad líquida de Baumann, la sociedad del escaparate Byung-Chul Han o la idea del Homo Deus de Juval Noah Arari, pueden ser ,junto con las clásicas ideas del siglo XIX y XX caminos para redimensionar y ubicar la dimensión humana en el universo del significado productivo y no de la autodestrucción sistemática de las personas y de la ecología.

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