Es simple
Una voz en la
terraza en la tarde que cae, un dulce de leche derramado sobre un criollito en
la ventana, una puerta abierta a media mañana después de una noche de sueño y
calor. Una mirada en la mañana, una bienvenida, un abrazo. Son tan simples las
cosas de la tierra. Por ejemplo, los olores. Y el asfalto roto. Y la pereza de
una tarde vacía en medio del letargo. NO poder salir porque el sol es demasiado
fuerte.
Reencontrarse
después de mucho tiempo, demasiado tiempo. Y hablar de las mismas cosas. Como
si el relato hubiera sido interrumpido sin querer. Por un mate que no se
terminó de cebar. Hubo que irse rápido de la mesa, sin terminar la frase.
Retomarla ahí, donde se dejó. Eso me hace sentir en casa.
Me hacen bien
las cosas que terminan bien, como cuando alguien se levanta, saluda, abraza y
se marcha sin que haga falta decir hasta luego. Me hace bien el acento, la
tetera, el mate, el sabor de un asado bien servido. Una juntada en la pileta o
una pileta en la juntada. Me hace bien recorrer mil veces el camino de regreso.
El camino de regreso a casa. Y llegar a casa.
Es tan simple
lo que me hace bien, que podría volver ahí sin darme cuenta casi, sin tener que
demostrar nada, sin ser otra cosa que yo, sin haber hecho nada de valor, sin
entornar el respeto o la democracia. Simplemente regresando, así, a las cosas
más esenciales y más perennes.
Por eso ahora
que se ha vuelto tan imposible volver. Ahora que los miles de kilómetros de mar
y de continente me separan de todas esas voces. Del ripio y de la cortina, del
bocadito maroc, del turrón y de la abuela. Del tío y del primo. De la galería
plagada de voces. De la mesa repleta de manjares. De lal gente que uno quiere
así, sin nada más que lo que la hace gente. La gene que uno extraña, que uno
toma de referencia en esta vida corta y azarosa.
Ahora que todo
eso está tan lejos, puedo decir que el hogar
no está en la infancia. El hogar tampoco es eso que uno construye sin prisa y sin
pena cada madrugada cuando arranca la cafetera y se abre la puerta del ascensor.
El hogar no es
nada de eso, ni siquiera es el viaje al origen. El hogar, en realidad es algo
tan simple que no se puede describir. Un gesto tan obvio y tan olvidado, que
merece morar adentro, como esas cosas que nunca se alcanzan, pero siempre, al
final siempre vuelven.
Comentarios
Saludos.