Si las ideas no se matan



Si las ideas no se matan, si las banderas no se fagocitan, si los debates no se acallan, si los cuervos no se asustan, ni los huracanes se alimentan, si los hombres y las mujeres se entienden no desde el miedo de los unos a los otros, no desde los prejuicios ni desde las ideas preconcebidas, sino desde la razón y la emoción, desde la curiosidad y el dolor, desde la belleza del encuentro y la sorpresa por la humanidad, entonces, sí habrá paz.

La isla de St Martin está destruida al 95 % y el viento está sobre Key Biscane. Los yates de lujo y los acomodados de un sistema de acumulación esperan lejos o resignados a que los seguros contratados les restituyan lo suyo cuando pase la tormenta. La verdadera Unión Europea es Airbnb, es Trip Advisor, son las aerolíneas low cost y los supermercados económicos, los mercadillos y las tiendas de mano de obra esclava.

 ¿Qué es más importante, esta nación, la otra nación, este derecho, esta fórmula constitucional, esta interpretación de la ley? No es necesario tener razón, tampoco es necesario estar de acuerdo.
Lo que sí es imprescindible, en la carrera hacia ninguna parte, donde las fórmulas parecen perimidas, la paciencia agotada y el dolor por las heridas está a flor de piel, es detenerse. Hace falta detenerse y hacer cosas que no tienen solución inmediata. Confiar en el tiempo y en el riguroso trabajo de la educación, el conocimiento y en la sabiduría de la especie. Hace falta trabajar desde el fondo de la consciencia sobre lo que verdaderamente hace falta y volver atrás sobre posiciones inauditas, insostenibles, intolerantes, codiciosas, oscurantistas y banales. Lo que verdaderamente importa está al fondo del mar, donde el plástico se ha acumulado de una manera en que ya no es posible desmembrarlo de los arrecifes de coral. Lo que importa está en el agua tibia, que ha subido dos grados haciendo que los vientos se multipliquen de manera letal. Lo que importa viaja  en los bloques de hielo de la dimensión de ciudades que se desprenden del ártico y se derriten. Importa el efecto de los gases, los cánceres producidos por metales tóxicos, los alimentos edulcorados con veneno, las cremas humectantes que producen tumores, los desenfrenados experimentos con humanos de las farmacéuticas, las indolentes políticas de empresas que fomentan un consumo de micro chips cada vez mas pequenios y poderosos, importan la basura que crece sin control, Importan las agencias de seguros y los traficantes de armas que lucran con la muerte. Las organizaciones que devastan la salud y la cordura de poblaciones enteras procesando y vendiendo droga. Importan las mentiras y la explotación. Importa el agua que se agota y los desplazados por guerras medievales y sequías infinitas.  Estamos demasiado entretenidos intentando saber quien tiene razón. Hemos construido enormes parlamentos que albergan asientos que dejamos vacíos cuando hay que enfrentarse a una decisión importante. Resulta que nos pasamos la vida pensando y diciendo lo que vamos a hacer para cambiar, pero a la hora de poner manos a la obra, estamos para otra cosa, estamos para la grandeza propia y de nuestro grupúsculo. Estamos para la confrontación con el que piensa distinto, pero no estamos para su dolor, para el intenso ejercicio de volver la vista atrás, detenernos, mirar alrededor, encontrarnos de una vez y ser nosotros mismos.


Todos los seres, sin excepción, plantas, animales, humanos en sus más diversas variantes, buscamos el equilibrio. No lo lograremos teniendo razón. Lo lograremos si verdaderamente nos unimos, nos escuchamos y nos entendemos. Sobre todo, lograremos salvarnos del desastre si vencemos lo más terrible de nuestra desesperanza: nuestro propio ego interminable. 

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