Ariel Halac escribe, No había que hacer negocios con argentinos.

 


Por María Paulinelli, profesora Emérita de literatura  la Universidad de Córdoba, ex directora de la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC 


                                  Lo leo  en la tersura que me envuelve la transparencia de la luz de la pantalla. Una experiencia inusual, pero que permite que podamos acceder a los textos de quienes están lejos…                                                                                                      

Entonces, leo.                                                                                                                            De pronto, me imagino cómo será la tapa de este libro. Imagino  e imagino y siento la gratuidad de esta libertad de poder completar las posibilidades que un diseño  puede permitir. Me digo entonces, que cuanta multiplicidad resultaría, si todos pudiéramos ser los diseñadores de esta tapa. Imágenes cruzando la barrera de estos mundos posibles que se envían en los textos narrativos. Imágenes que resultan de la percepción de cada lector para representar ese mundo posible.                                                                                         

Siento que la multiplicidad me acosa, me interpela desde esta situación que imaginé y que hace de cada lector un diseñador potencial. Alguna vez, -¿recuerdan?- el Gringo Ramia, dejó una pregunta y un mail para completar el inevitable desenlace de su texto. Yo pregunto. ¿Y si hacen el diseño de la tapa al terminar la lectura de este texto? Dejo el impreso en la Biblioteca de la Facultad para que disfruten la lectura y luego se conviertan en diseñadores de una tapa que viajará pasando el mar y llegará hasta Ariel como una forma de respuesta. ¿No sería interesante, completar las significaciones que provoca la lectura en el diseño de una imagen?

Empiezo. La novela- ¿conjunto de fragmentos?-  si fuera a definirse sería eso: Multiplicidad. Multiplicidades en la estructura en las enunciaciones, en los enunciados, en todo, pero en especial en la nostalgia que rezuma en cada letra.                                                                                                                                     

Me  asombró la inmensa capacidad para construir un mundo posible con tanta precisión y al mismo tiempo, con tanta exuberancia, tan diseminado en el mundo referencial que habitamos como en el mundo imaginado de otros textos. Una simbiosis permanente entre lo que sucede y lo que sucedió alguna vez, en otra época. Una hibridez entre lo que puede ser la versión de alguna historia y los potenciales relatos que los dicen. Una intermitencia que se diluye entre un futuro que sucede aunque no han llegado aún los tiempos  y un presente que se mezcla con pasado para apelar a esa transformación de lo posible. Una alternancia que permite al lector, avizorar los aleatorios desenlaces y comprobar así, la precariedad, lo inconsistente de las historias de cada ser humano… sobre todo, de la inmensa nostalgia de otra vida.                                                                                                   

Y digo esto, y debo ordenarme para que esto que escribo sea una reseña y no la espontánea expresión de mi lectura.

Ahora empiezo.  

                                                                                                                      

 La dedicatoria es un adelanto de esa libertad que circula entre las hojas. El cosmonauta, el navegante, el superviviente, el renacentista, son los adjetivos que identifican los compañeros de travesía, además de Oma que me regaló su máquina de escribir blanca. Sugerencias que se expanden en la referencia de los avatares que leeremos. Un mundo posible que es más que eso. Es parte del mundo real- como los sujetos a quienes nombra en la dedicatoria, perfectamente identificables- pero cargados de una consistencia que los transforma y los hace ser posibles, ficcionales.                                                               ¿Será también, una metáfora, esa máquina blanca en cuanto contener toda la suma de colores –y de historias- o será solo el color que la distingue? Me inclino por lo primero. Estamos en el terreno donde la imaginación y el desconcierto abren ventanas a otros mundos.

El texto se organiza en cuatro capítulos divididos en fragmentos titulados. Estos capítulos remiten a cuatro espacios –En el origen, Córdoba, Miami, Barcelona- indicando así una cierta organización temporal de los enunciados. Es decir, plantean una cronología que se corresponde con una posible biografía de Ariel.                                                                                                                   

Esta plausible biografía, se expande y se desdibuja a medida que se avanza en la lectura, no solo en la sustitución  de narradores, sino básicamente en la sutileza de los enunciados que se desplazan de la referencialidad de situaciones a la irrupción de lo poético y metafórico  sobre situaciones –ya no personales- sino singularizadas en la existencia humana como posibilidad.                 

De ahí, la genialidad –y lo subrayamos en cuando estructura del texto- de este desplazamiento cuyas significaciones ahondan y profundizan referencias propias de esta época,  que incluyen, además,  elementos culturales que sobrepasan y definen la particularidad de una contemporaneidad signada por el desplazamiento y la ajenidad. Por eso, la pertinencia de una multiplicidad en la consideración de los sujetos actuantes, como también, en el uso de recursos narrativos que permiten este desplazamiento.

En el origen es el primer capítulo con solo un fragmento. Cambio de tranvía. Escrito en primera persona, el fragmento resulta un relato de memoria, particularizado en su infancia en Colonia, Alemania. El tiempo presente de la enunciación profundiza la ajenidad que insinúa el texto. Una ajenidad que se dibuja en las situaciones de su vida. El idioma, la religión, las costumbres, las complicaciones para trasladarse en la ciudad… son algunas de las consideraciones que le permiten expresarla. No soy alemán, no soy católico. No sé de memoria el padrenuestro, Cuando nos tomamos las manos, siento ganas de gritar: ¡tampoco soy este!.                                                                                      

Una ajenidad que se reitera en la soledad y en cierto desconcierto de la familia: “En Córdoba, tenemos más de cien parientes,” repetimos como si fuera un consuelo. “Aquí no tenemos a nadie, no entendemos el idioma. Somos como los Gastabeiter turcos, españoles o griegos”, argumenta mi padre. “Somos becarios, estamos aquí para aprender”, sostienen mi madre. Las discusiones son eternas.    El tiempo de la enunciación reemplaza el tiempo del enunciado. Este recurso le permite ensamblar desde el presente de la escritura- un futuro en el relato- la continuidad del relato. Ahora entiendo lo que entonces presentía: que en el futuro de mi hermano no habría otra cosa que oscuridad. Desde la reconstrucción del tranvía puedo reconquistar esa ciudad. Cuarenta años después lo entiendo: mi hermano se quedó en esa guardería y sucumbió en la pena Cayó en el abandono. Ahora sé que él quedó ahí donde lo dejaron.                                                                                

Pero se cuela un espacio de luz. Su actitud es distinta. Eso le permitirá sobrevivir y tener una existencia autónoma. Ya no lloro. No lamento lo que tengo que hacer solo. Dialogo. Encuentro un breve intervalo para que alguien me escuche. Aprovecho la oportunidad. Voy sanando.                                             

Explicita entonces, cuál ha sido y sigue siendo esa posibilidad. La palabra. Me defiendo con la palabra en cualquier idioma. No pueden conmigo los matones. No me intimidan los arrogantes, los ignorantes, los  bárbaros. A veces, basta una sola palabra. A veces, elaboro un texto, un libro. Llevo el legado milenario, el del pueblo perseguido. Me rijo por mi propio código. Por eso concluye: Cuarenta años después cruzo, cada vez que lo deseo esa ciudad reconstruida en el tranvía verde nueve. Me dejo llevar con la palabra hacia mi destino, en el idioma de Goethe, Schiller y Heine.                                                        

  Increíble manejo de los sujetos del enunciado y de la enunciación. Reconocimiento del discurso como elemento configurador y relevante de la existencia humana… pero también como resguardo de la identidad frente a la ajenidad desoladora.  

 Me pregunto. ¿Será este último fragmento transcripto lo que explica el sentido irónico del título del texto No había que hacer negocios con argentinos? Una contraposición entre la experiencia de este  sujeto enunciador y los otros sujetos enunciadores o enunciados. La continuidad del relato profundiza esa problemática. Alude a cierta imposibilidad de superación de esa ajenidad despersonalizante y carenciada en diversidad de situaciones. De ahí la ironía subyacente que el título connota a mi entender. Ustedes, pueden responder. Les dejo la pregunta.

El segundo capítulo es Córdoba.                                                                            

Nuevamente, la memoria es el proceso relatado. La adolescencia en su ciudad natal. Una adolescencia que deja entrever el autoritarismo de la última Dictadura Militar en las experiencias escolares tanto como en la vida cotidiana. El propio Teniente Coronel Retiro Efectivo nos lo hacía saber en un breve discurso matutino: “Nos debemos a nuestra patria y a nuestra bandera”, decía antes del primer acorde de Aurora. En Gimnasia nos hacían desfilar: izquierda, izquierda, izquierda, derecha, izquierda. Como si la única derecha fuera mejor que todas las izquierdas juntas.  Una referencia que se documenta desde el presente de la escritura. Acá hay una foto de todos levantando la pierna derecha, en uniforme de gimnasia.           

                                                                                                                  

El protagonismo del narrador pierde transparencia a medida que avanza el relato en los distintos fragmentos. Así  la narración de las experiencias adolescentes –los asaltos o americanas, esas fiestas tan particulares, los grupos o pandillas, la música… - se entremezclan con el clima político de época: la mención a las desapariciones, la violencia, el autoritarismo. Una situación que se mantiene con los años. Cuenta así en un regreso desde España. El país ha cambiado de nuevo… … Están chupando gente de nuevo… … Es por la declaración en el Juicio a las Juntas. Hay un expediente abierto con nuestros nombres. El contexto actual es favorable para la jugada. La política es una mierda.                                                                                                                  

  Los distintos pasados se entremezclan y corroboran esa ductilidad en la enunciación que ya habíamos señalado. Así el último fragmento titulado Versiones, relata distintos acontecimientos vinculados con asesinatos con cierto matiz político que suceden en la Provincia de Córdoba.                                         


 La inclusión de apelaciones en el uso de la segunda persona, establece una proximidad narrativa que diluye la transparencia de la biografía del protagonista de los primeros fragmentos a una expansión de problemáticas que retratan un clima de época más que una historia singular.  El tercer capítulo es Miami. El primer fragmento titula el libro. Los otros fragmentos relatan experiencias diversas de argentinos en esa ciudad estadounidense. De ahí los títulos singularizando las historias. Gloria y ocaso del Puma, El oscuro sueño del Montesano, El más tonto de los hermanos Ovidio entre otros.                                                                                                                                            

La búsqueda de un lugar donde establecerse, los distintos trabajos, la impotencia frente a un sistema distinto y totalmente ajeno, la nostalgia por el país abandonado,  son los temas que enhebran una radiografía de los argentinos en ese lugar del mundo.                                                                                        

Una mirada irónica, por momentos socarrona, se enuncia por los distintos narradores que muestran la imposibilidad de encontrar un lugar para vivir.                  

El protagonismo del biografiado se escurre entre las distintas historias que enfatizan esa significación del título. No había que hacer negocios con argentinos.                                                                                                                                 

 Los relatos adquieren otra enunciación distinta en la multiplicidad de enunciados y en la pluralidad de narradores. Se expande así el mundo posible relatado desde la idoneidad de quien organiza y estructura ese mundo.

El cuarto capítulo se titula Barcelona. 


Distintos fragmentos enfatizan la situación de ajenidad y nostalgia. Una elaboración meticulosa de los textos caracterizan y definen esos conceptos, no solo desde la experiencia de personas comunes, sino apuntalados ahora por un tratamiento singular de dichas problemáticas. Los títulos subrayan esta particularidad en el tratamiento. Extranjero. Extranjero en la estación, Nadie en Barcelona, La ciudad y los muros, Vivo en un país de insomnio. Incluyen las presencias de protagonistas de la historia y la literatura en ese increíble entrevero de lo referencial y lo posible.  Roberto Bolaño escribe otra vez.                                                                                                                                          

Quizás sea Carta desde la prisión de Figueres el texto más elaborado poéticamente. La ambigüedad de un relato entre lo posible y la potencialidad de lo posible en un certero manejo de recursos -narradores, tipos de discurso, tiempos de la enunciación y el enunciado- con la inclusión de la historia de Walter Benjamín y las referencias a otros escritores, hacen de este fragmento un pequeño relato poético, difícilmente olvidable.                                         

 El último fragmento. Me voy, me quedo, sintetiza el eterno y permanente dilema de los errantes en la contemporaneidad.                                                                                    

Una errancia que se ha convertido en un tópico ineludible de la narrativa actual. Confluyen así, el primer y último fragmento del texto en una mirada lúcida pero no exenta de nostalgia sobre las historias de tantos que-como Ariel-  encontraron otro lugar en el mundo.                                                         

Hermoso texto. Maravilla la estructura. La ductilidad de la estructura. La idoneidad en la enunciación. La poesía que sobrevuela los enunciados y remite al valor de la palabra como espacio de identidad y libertad.                            

No dejen de leerlo.  

                                    Los abrazo María

María Paulinelli, profesora emérita de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) . María acredita más de 40 años de trayectoria en la UNC. Es docente e investigadora de reconocimiento nacional e internacional. También fue dos veces directora de la ex-ECI.


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