Un nuevo contrato social
Publicado en La Voz del Interior 24 de febrero 2016:
El miedo
nos ha arrastrado a aceptar el engaño, el exceso y la adicción como formas de
vida. Como dice Zygmunt Bauman, en la condición actual todo punto de referencia
se ha desvanecido o "licuado" y ha configurado un mundo inseguro y
pleno de vacíos. Lo momentáneo y lo transitorio dan curso a la fugacidad donde
gobiernan los hechos impredecibles. El miedo nos hace manipulables. Llenamos el
vacío existencial y el temor con adicción al consumo. Aceptamos lo que nos imponen y comunican sin darnos
lugar a la reflexión o al cambio interior y colectivo.
Thomas Hobbes, filósofo nacido en 1588, sostiene
que vivimos desde el miedo. Para controlarlo debemos suscribir un contrato
social. De esa manera cada ser humano busca su propia conservación, en primer
lugar. Esto da origen a la competición y a la desconfianza entre los seres
humanos. Dicha competición genera un estado permanente de guerra de todos
contra todos. Cada cual se guía exclusivamente por la obtención de su propio
beneficio. Para Baruch Spinoza en
cambio, nacido en 1677, la comprensión radica en poder captar la unidad de un "todo". Del pacto surge una autoridad común, un poder
colectivo. Esta es una noción opuesta a la de Hobbes, porque pone el énfasis en
la responsabilidad individual y colectiva frente a la coerción del Estado.
Tal y como lo pensó Spinoza en el siglo XVII, hoy
el ser humano está en condiciones de regularse en el contexto de una
comunidad,. La persona es el centro de toda política destinada al control en un
Estado de Derecho. No es la política y el poder lo que se ejerce sobre
individuos sometidos e irresponsables tal como sostenía Hobbes.
La noción de Spinoza de responsabilidad frente
a la Hobbes de coerción es un camino de pensamiento y acción para la
transformación. El desafío al que nos enfrentamos los humanos es suscribir un
nuevo contrato social. Y no de manera local, sino global.
Los aspectos a acordar en el nuevo contrato son
complejos: El avance de una economía de acumulación y dominación hacia una economía del regalo, solidaria e
igualitaria. Le evolución de una política centrada en la exclusión, la
destrucción y la guerra a una política centrada en la vida y en la comunicación
existencial, y la conexión con el elemento de cada persona. El avance de una sociedad basada en las
prerrogativas de éxito y de progreso material, a una sociedad basada en el
principio de la vida. Es necesario un contrato que vaya del Estado
Nación hacia el Estado Global. Esto significa el replanteo de todos los pactos locales,
para reemplazarlos por un sistema normativo único, basado en los derechos
esenciales y universales del ser humano. Un Derecho Universal que respete todas las identidades locales y
sus expresiones culturales. Esto significa plantear una economía no basada en
las libres fuerzas del ser humano y de las corporaciones como lobos del ser humano, sino en la energía sustentable
del ser humano como artífice de la vida.
Según Zygmunt Baumann, el poder se ha evaporado
al ciberespacio junto con el Estado-Nación, mientras que la política continúa
siendo algo local, que no va más allá de las fronteras del país. Y no hay
comunicación entre el poder y la política. Por eso el convenio tiene que poder
zanjar la brecha entre los resortes de quienes mandan y quienes necesitan de la
política para sobrevivir.
Estamos frente a una oportunidad filosófica y
existencial. Los riesgos son mayores que en el siglo XVII, cuando se elaboraron
los paradigmas actuales en la última gran crisis de la conciencia, cuando Dios
dejó de ser el eje del pensamiento. Estamos más cerca de acabar con los recursos
y con la libertad que entonces. Al igual que en el siglo XVII, se ha perdido la
referencia, el progreso y el contrato
social basado en la coerción.
Para enfocar el desafío del contrato social nuevo
hay que superar el miedo.
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